viernes, septiembre 09, 2011

 

IDENTIDADES, montaje

El Negro Pereyra no puede dar cuenta objetiva de esas
miradas.
No es que no quiera, es que no puede…
Sabe que lo que sabe es pintar, y pinta y pinta.
Su obra es generosa porque no te enseña nada, te deja en
un terreno descampado y… arreglatelas como puedas
macho.
Te pregunta quien sos… un detalle adorable.
Ni una puta lección. No alimenta una miserable tesis.
Esta exposición, en este lugar, es una exposición política.
A pocos metros de una escuela de arte que insiste en exigirles
a sus alumnos que justifiquen cada gesto, en construir
y alimentar sentimientos de culpa.
Qué adorable detalle sería eliminar de esta escuela la
palabra fundamentación.
En el mismo corazón de este terreno regado de remordimientos,
el negro Pereyra rescata ese primer gesto del enamorado,
de la mueca profundamente subjetiva.
Las culpas… y el castigo, solo para los traidores.
Su taller es un laboratorio, una especie de archivo de muecas
de personas.
Él no lo sabe.
No tiene ni la más remota idea de este archivo…
Él solo se dedica a pintar.
Te lo aseguro, yo he estado allí en esos momentos, pela sus
pinceles y automáticamente se despliega por ese espacio el
archivo ese que te decía, va tomando gestos de cada uno de
los archivados y construyendo sus personajes.
No son nadie en particular… somos todos.
A mi lo que me emociona es que…
él no lo sabe.
Sólo la primera mirada sobre esas miradas y caes en la
cuenta que ninguna de las piezas se salvará sola.
En esta sala donde ahora estamos flota… sí, flota un espíritu
de cuerpo… o nos salvamos todos o nos hundimos
todos.
Aníbal Buede
Córdoba, Julio de 2011











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